Pequena America. (Pablo Neruda.)
Pequeña América
Cuando miro la forma de América en el mapa,
amor, a ti te veo:
las alturas del cobre en tu cabeza, tus pechos, trigo y nieve,
tu cintura delgada,
veloces ríos que palpitan,
dulces colinas y praderas
y en el frío del sur tus pies
terminan su geografía de oro duplicado.
Amor,
cuando te toco no sólo han recorrido mis manos tu delicia,
sino ramas y tierra, frutas y agua,
la primavera que amo,
la luna del desierto, el pecho de la paloma salvaje,
la suavidad de las piedras gastadas por las aguas del mar
o de los ríos y la espesura roja del matorral
en donde la sed y el hambre acechan.
Y así mi patria extensa me recibe,
pequeña América, en tu cuerpo.
Aún más,
cuando te veo recostada veo en tu piel,
en tu color de avena,
la nacionalidad de mi cariño.
Porque desde tus hombros
el cortador de caña de Cuba abrasadora me mira,
lleno de sudor oscuro,
y desde tu garganta pescadores que tiemblan
en las húmedas casas de la orilla
me cantan su secreto.
Y así a lo largo de tu cuerpo,
pequeña América adorada,
las tierras y los pueblos interrumpen mis besos
y tu belleza entonces no sólo enciende el fuego
que arde sin consumirse entre nosotros,
sino que con tu amor me está llamando
y a través de tu vida me está dando la vida
que me falta y al sabor de tu amor
se agrega el barro,
el beso de la tierra que me aguarda.
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